Hoy os voy a contar algo que a veces pasa: los accidentes. Cuando hay un accidente en un establecimiento abierto al público hay que ser consciente de las implicaciones que tiene. No hay nada como poner un ejemplo, y además nadie me va a poner la cara colorada por la protección de datos porque me ha pasado esta misma semana a mí.
Veréis, estaba tranquilamente con dos amigas en una terraza en una cafetería de Burgos. No voy a dar más datos por si acaso, porque yo sí actúo con prudencia en mi negocio. Fue el martes, un día especialmente ventoso en la ciudad, y que estaba previsto. Pedimos unos tés y, mientras esperábamos, vino una ráfaga de viento bastante fuerte. Una de mis amigas echó el brazo para sujetar una sombrilla que amenazaba con caerse y de repente noté que me caía agua… y otra sombrilla, una que estaba cerrada. Mis amigas se asustaron, me ayudaron a quitármela de encima casi antes de que me diera cuenta de qué había pasado, me preguntaron doscientas veces qué tal estaba… eso, amigas. Los señores de las mesas adyacentes me miraban con cara de extrañeza y yo aterrizaba el leñazo y observaba si me sentía rara o mareada.
Decidimos pasar al interior del local por nuestra integridad física, los camareros preguntaron si me había hecho daño, qué tal estaba, me pidieron disculpas… el dueño del local mandó a atar las sombrillas y medio susurró “nosotros no tenemos la culpa, no podemos hacer nada”. Yo dejé pasar el comentario como si nada, pero un rato más tarde una de mis amigas dijo que había sido una actitud terrible y que no pensaba volver a esa cafetería (yo tampoco, no creo que haya sorpresa). Entonces fue cuando la dije que yo había dejado pasar el asunto porque si me liaba a explicarle cosas a ese señor, además del golpe, me iba a llevar la mala leche.
Pero vosotros no sois ese señor, así que os lo voy a contar. Cuando tenéis un local abierto al público, me da igual una cafetería que un despacho de abogados que una tienda de ropa, tenéis que ser lo suficientemente diligentes para que no sólo no exista culpa en vuestros actos, tampoco negligencia… (bueno, y tener un seguro de responsabilidad civil contratado, por descontadísimo, pero ahora vamos a esto).
¿Por qué este señor dijo no tener culpa? Porque estaba manejando el concepto coloquial de culpa, pero un negocio abierto al público descansa sobre la culpa jurídica. No basta con que no eches raticida en los platos de tus clientes, además tienes que tenerlo guardado fuera del alcance para evitar que, por accidente, sin culpa, caiga en la comida de alguien. Lo que pasó ayer no fue culpa del dueño del local, fue culpa del viento. No hubo mala fe en su actuación (bueno, sí, que no fue capaz ni de invitarnos a la consumición, y además casi a 3€ el té… que no, que no vuelvo más). Pero sí hubo negligencia.
Si a mí se me ocurre, en aquel momento, llamar a la policía y contar lo sucedido, pedir que me lleven al hospital y ponerle una demanda por responsabilidad civil… se hubiera dado cuenta de que no tener las sombrillas correctamente ancladas para evitar que el viento pueda tirarlas cuando hace más de cuatro días que sabes que va a haber fuertes rachas de viento es una negligencia que puede causar daños a sus clientes… o a cualquiera que pase. Si en vez de ser yo la perjudicada llega a ser un niño pequeño, muy probablemente, ese señor estaría detenido y podría ser acusado de un homicidio imprudente o de unas lesiones graves imprudentes.
Y si yo hubiera tenido ganas de perder el tiempo y el buen humor y me hubiera ido al hospital, tened por muy seguro que tendría que indemnizarme por los daños causados: mojarme la ropa, el teléfono móvil, el bolso… darme un coscorrón en la cabeza con una sombrilla muy grande con riesgo de provocarme una contusión, vigilancia médica durante 72 horas para descartar una contusión… Si no tiene seguro de responsabilidad civil, mis ganas de disfrutar con mis amigas le han salvado de un problema grave, no sólo conmigo, sino con el Ayuntamiento de Burgos, porque quién sabe si no cumplir con la prevención de riesgos es motivo suficiente para retirarle la licencia de la terraza.
Con esta historia sólo quiero contaros eso, que tenéis que ser exquisitos en la previsión de accidentes, por inimaginables que parezcan, para evitar problemas con vuestros negocios. Un accidente grave, que lo podría haber sido, de este tipo y sin seguro supone tener que cerrar el negocio, no es ninguna tontería. Y sobre todo, por favor, si tenéis un negocio en el que podéis causar daño por acción, omisión, despiste o accidente, contratad un seguro de responsabilidad civil. Y si sois los perjudicados en el accidente… entonces llamadme, porque yo puedo ayudaros con la reclamación para que os indemnicen los daños causados.