Hoy en Procedimientos Judiciales 101: no mentirás a tu abogado vamos a hablar de las consecuencias fatales que tiene este comportamiento tan inadecuado.
Me he llevado una sorpresa encantadora con forma de queja absolutamente inventada de un cliente del turno de oficio. Obviamente está respondida con documentación que acredita que este cliente (espero que futuro ex-cliente) miente más que habla.
Esto no tendría mayor importancia si no fuera porque no sólo ha mentido a mi Colegio, sino también a mí, y os cuento someramente el problema. Nos encontramos ante un expediente de modificación de medidas paternofiliales del divorcio. El señor es beneficiario de justicia gratuita además de cliente del Turno de Oficio (ese que según Pablo Iglesias es lo único que dignifica el ejercicio de la abogacía). Yo he tratado a este señor como a todos mis clientes (cobre de ellos o del estado). Le he enviado borrador de la demanda, le he solicitado información verbal y documental… vamos, lo que se dice preparar el asunto.
Una vez admitida a trámite la demanda nos hemos encontrado con una sorpresa maravillosa: no cumplió con una Sentencia penal anterior. Y no sólo. Tampoco con las medidas civiles adoptadas en el divorcio. Y además me he enterado por el abogado de la contraparte y en la reconvención. ¿Qué quiere decir esto? Que ahora nosotros también somos demandados. Nosotros como plural mayestático, el marrón es del señor que se calló la parte de información que no le convenía.
¿Qué consecuencias tiene que este señor me ocultara toda esa información en el momento procesal oportuno, que era antes de interponer la demanda? Pues la primera y más grave es mi pérdida de confianza. A mí me da exactamente igual lo que ha hecho mi cliente (y si no es así renuncio al cliente), mi trabajo consiste en defender sus intereses a capa y espada contra quien sea necesario y en todas las instancias que haga falta y me autorice. Ahora bien, ¿puedo defender unos intereses que se basan en mentiras? No. ¿Puedo intentarlo? Si, claro, pero es tan sencillo como atravesar un campo de minas sin que te estalle ninguna en la cara.
Por favor, al abogado y al cura no se les engaña. No se intenta engañarles, ni manipularles, ni maquillar la verdad. No es que seamos o no seamos tontos, es que, desde que firmáis la hoja de encargo o nos llega la designación del turno de oficio, nos importa una mierda (perdón) lo que hayáis hecho. Sólo necesitamos saber la verdad para defenderos sin que la estrategia procesal se nos caiga a los pies en el momento más inoportuno: EL JUICIO.
Sí, amigos, estas cosas acaban casi siempre en Juicio. Y hay pocas cosas más placenteras que saber que le vas a reventar la estrategia al compañero porque su cliente es un mentiroso, creedme, lo he hecho. Y lo he disfrutado. Y claro, cuando a uno le desvelan la realidad en el acto del Juicio y no tiene prueba que contradiga esa verdad, la matice o la justifique porque la desconocía… os estáis comprando todo el taco de boletos para la rifa de la desestimación íntegra de vuestras pretensiones.
Reitero, y grabáoslo a fuego. Al abogado y al cura no se les miente jamás.
Y hasta aquí la clase-desahogo de hoy.
Disculpad la ausencia, han sido semanas muy difíciles. Pretendo que no vuelva a ocurrir. Hasta el martes que viene.